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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Tus ojos son como palomas detrás de tu velo.

2 Tus cabellos, como un rebaño de cabras que ondulan por las pendientes de Galaad. Tus dientes, ovejas esquiladas que acaban de bañarse, cada una tiene su melliza y ninguna la ha perdido.

3 Tus labios son una cinta roja, y tu hablar es encantador. Tus mejillas son las mitades de una granada a través de tu velo.

4 Tu cuello es como la torre de David, levantada para dominar; de ella cuelgan mil escudos, todos escudos de valientes.

5 Tus dos pechos, cervatillos coquetones, mellizos de gacela.

6 Antes de que sople la brisa del día, y se vayan las sombras, me iré al monte de la mirra, al cerro del incienso.

7 Eres toda hermosa, amada mía, en ti no hay ningún defecto.

8 Ven del Líbano, novia mía, ven hasta acá del Líbano, deja lo alto del Amaná, las cumbres del Samir y del Hermón, moradas de leones, guaridas de leopardos.

9 Me robaste el corazón, hermana mía, novia mía, me robaste el corazón con una sola mirada tuya, con una sola de las perlas de tu collar.

10 ¡Qué amorosas son tus caricias, hermana mía, novia mía! ¡Más delicioso es tu amor que el vino! Y el olor de tus perfumes supera a cualquier otro.

11 Los labios de mi novia destilan pura miel; debajo de tu lengua se encuentra leche y miel, y la fragancia de tus vestidos es la de los bosques del Líbano.

12 Un jardín cercado es mi hermana, mi novia, huerto cerrado y manantial bien guardado.

13 Tu tierra regada da un jardín de granadas con abundancia de frutos exquisitos y de hierbas aromáticas.

14 nardo y azafrán, clavo de olor y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloe con los mejores perfumes.

15 Fuente de los jardines, manantial de aguas vivas, corrientes que bajan del Líbano. Ella:

16 Soplen, vientos del norte y del desierto, soplen en mi huerto para que se expandan sus aromas, y así entre mi amado en su huerto y coma de sus exquisitos frutos.



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