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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 No hables demasiado rápido, no te precipites en tu decisión cuando te comprometas delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tú, en la tierra: no te comprometas demasiado.

2 Si estás muy preocupado, te pones a soñar; si prometes demasiado, dirás lo que no conviene.

3 Si has hecho una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, pues Dios no ama a los tontos: Si lo has prometido, hazlo.

4 Más vale no prometerle algo que prometer sin cumplirlo:

5 no sea que por eso sufras un percance y deberás confesar ante su ángel: "¡No lo había pensado!" ¿Necesitas de una promesa que va a irritar a Dios y acarrearte sinsabores?

6 Los soñadores se comprometen a cada momento sin pensar. pero tú, teme a Dios.

7 Si ves en una provincia al pobre oprimido, al derecho y a la justicia violados, no te sorprendas: por encima de una autoridad hay un escalón superior, y por encima de éste, otros más elevados.

8 El país avanzará si el rey se pone al servicio de los campos.

9 El que ama el dinero nunca tiene lo suficiente: ¿por qué, entonces, perseguir una satisfacción que nunca llegará? Esto no tiene sentido.

10 Si se acrecienta la riqueza, se multiplican también los que se la comen: ¿y qué saca su dueño con tenerla? Sólo el gusto de verla.

11 El sueño del trabajador será tranquilo, haya comido poco o mucho; pero la saciedad del rico no le permite dormir.

12 Hay otra mala suerte que vi bajo el sol: la riqueza que uno guardó para su propia desgracia.

13 Perdió esa riqueza en un mal negocio, tiene un hijo y no tiene qué dejarle.

14 Desnudo sale el hombre del vientre de su madre, y desnudo volverá tal como vino. Nada podrá llevarse de todas las obras que realizaron sus manos.

15 También esto es una mala suerte: irse en el mismo estado en que uno llegó. ¿Qué más ha hecho sino trabajar para el viento?

16 ¡Cuántos días en que comió pan negro; cuántas decepciones, fatigas y disgustos!

17 Esto es lo que veo: todo lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar el bienestar mientras trabaja bajo el sol durante los contados días de su vida, tales como Dios se los concedió: esa es su parte.

18 Cuando un hombre ha recibido de Dios posesiones y riquezas; cuando puede comer, gozar y disfrutar de su trabajo, todo eso es un don de Dios.

19 A lo menos no piensa en lo corto de la vida mientras Dios le llena el corazón de alegría.



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