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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Reflexioné pues en todo eso y vi claramente que los justos, los sabios y sus obras están en las manos de Dios. ¿Lo quiere él o no? Los hombres no lo saben: les puede pasar cualquier cosa.

2 Y no tiene sentido el que todos tengan la misma suerte: el justo y el malo, el hombre puro y el que no lo es, el que ofrece sacrificios y el que no los ofrece, el que se compromete con un voto y el que teme hacerlo.

3 Ahí está lo malo en todo lo que se hace bajo el sol: que todos corren la misma suerte; es por eso que los hijos de Adán están llenos de ideas malvadas, y sus pensamientos se descarrilan a lo largo de toda su vida esperando acabar entre los muertos.

4 Pues mientras uno se cuenta entre los vivos, se siente seguro: "Perro vivo vale más que león muerto".

5 Los vivos saben que morirán; los muertos, nada saben. No tienen nada que esperar: son sólo un recuerdo olvidado.

6 Pudieron amar, odiar, tener ambiciones: todo se perdió y nunca más tomarán parte en todo lo que se hace bajo el sol.

7 Anda, pues, come tu pan alegremente y bebe gustoso tu vino, porque Dios ha bendecido tus trabajos.

8 Lleva siempre ropas blancas y que nunca falte el óleo para perfumar tu cabeza.

9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz, pues esa es tu parte durante todo el tiempo que te afanas bajo el sol.

10 Haz todo lo que esté a tu alcance y que te sientas capaz de hacer; porque en la morada de los muertos a donde tú vas, no hay ni trabajos ni problemas ni conocimiento ni sabiduría.

11 Aún he visto esto bajo el sol, que la carrera no la ganan los más rápidos, ni la lucha los que tienen más fuerzas; no hay más pan para los sabios, ni más riquezas para los inteligentes, ni más favores para los entendidos. Pues para todos se da la ocasión y la mala suerte.

12 Nadie sabe cuándo vendrá su hora: a los hijos de Adán los sorprende la desgracia como al pez que queda preso en la red o como el pájaro sobre el cual cae la trampa.

13 Hablemos de sabiduría: esto vi bajo el sol y que no me pareció poca cosa.

14 Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes. Se presentó un rey y le puso sitio con parapetos y trincheras.

15 En la ciudad, sin embargo, había un hombre muy vivo, un hombre muy ordinario, y gracias a su astucia la ciudad se salvó. Pero como era un hombre muy ordinario, nadie pensó más en él.

16 Entonces dije: la sabiduría supera a las hazañas, pero cuando se trata de los pobres, se desprecia su sabiduría: pueden hablar, pero no los escuchan.

17 Las palabras de los sabios, dichas con calma, producen efecto; no así los gritos de uno que es bueno para mandar a locos.

18 La sabiduría tiene más poder que las armas: pero bastan los errores de una sola persona para destruir mucho bien.



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