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La Palabra de Dios preservada y viva

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1

2 ¡Dios mío, líbrame de mis enemigos, protégeme de mis agresores;

3 líbrame de los que hacen la maldad, sálvame de los hombres criminales!

4 Mira cómo acechan a mi vida, cuántos poderosos se juntan contra mí. Señor, en mí no hay crimen ni pecado,

5 pero sin falta mía acuden y se aprestan. Despiértate, ven a mi encuentro y mira.

6 Señor, Dios Sabaot, Dios de Israel, despiértate, castiga a esos paganos, sé inclemente con todos esos renegados.

7 Vuelven de tarde, ladran como perros, andan dando vueltas por la ciudad.

8 A toda boca dicen barbaridades, de sus labios salen como espadas: "¡Escuche Dios, si puede!"¿

9 Pero tú, Señor, te burlas de ellos, te ríes de esos incrédulos.

10 Oh tú, mi fuerza, hacia ti miro, pues Dios es mi ciudadela.

11 Si mi Dios viene a mí en su bondad, me hará ver la pérdida de los que me espían.

12 Oh Dios, ordena su masacre, pues tu pueblo no debe olvidarlo. Tú tan valiente persíguelos y mátalos, oh Señor, nuestro escudo.

13 No hay palabra de sus labios que en su boca no sea pecado. Quedarán atrapados en su orgullo, en los insultos y mentiras que pronuncian.

14 En tu furor aplástalos, destrúyelos y que ya no sean más. Entonces se sabrá que Dios reina en Jacob y hasta los confines de la tierra.

15 Que a la tarde regresen, que ladren como perros, que anden dando vueltas por la ciudad

16 a la caza de algo que comer y que gruñan si no se repletan.

17 Pero yo cantaré tu poder, y desde la mañana contaré tus bondades; porque tú has sido para mí una ciudadela y mi refugio en el día de la angustia.

18 Oh mi fuerza, yo quiero cantarte, mi Bastión es un Dios siempre bueno conmigo



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