Biblia Online

La Palabra de Dios preservada y viva

728

DANIEL 3 Paralela rv60
y bla95

< Anterior

Siguiente >

Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.

2 Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.

3 Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.

4 Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,

5 que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado;

6 y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo.

7 Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.

8 Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos.

9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive.

10 Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro;

11 y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo.

12 Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.

13 Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey.

14 Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?

15 Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?

16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto.

17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.

19 Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado.

20 Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.

21 Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.

22 Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.

23 Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.

24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.

25 Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.

26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.

27 Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían.

28 Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.

29 Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.

30 Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.

  X


1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de treinta metros de alto por tres metros de ancho, y la colocó en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia.

2 El rey Nabucodonosor mandó a los funcionarios, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces y abogados de toda la provincia, para que se reunieran y asistieran a la inauguración de la estatua.

3 Se reunieron, pues, los funcionarios, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, abogados y jueces y todas las autoridades provinciales, para la dedicación de la estatua levantada por el rey Nabucodonosor.

4 Un mensajero proclamó con voz fuerte: "Hombres de toda raza, nación y lengua,

5 en el momento en que oigan la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y cualquier música, ustedes tendrán que postrarse y adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor.

6 Los que no se postren y la adoren, serán echados inmediatamente a un horno de fuego ardiente."

7 Por eso, en cuanto se oyó la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. Denuncia y condena de los judíos

8 Algunos magos, sin embargo, fueron a denunciar a los judíos.

9 Dijeron al rey Nabucodonosor: "¡Viva el rey eternamente!

10 Tú, ¡oh rey!, has ordenado que al oír las trompetas, todos se postren y adoren la estatua de oro,

11 y que aquellos que no se postren para adorarla sean arrojados en el horno ardiente.

12 Hay algunos judíos -Sidrac, Misac y Abdénagoa los que has encargado la administración de la provincia de Babilonia, y que no te han hecho caso; no sirven a tus dioses y no adoran la estatua de oro que has levantado."

13 Enfurecido, Nabucodonosor mandó a llamar a Sidrac, Misac y Abdénago.

14 El les dijo: "¿Es verdad que ustedes no veneran a mis dioses y no adoran la estatua de oro que yo he levantado?

15 ¿Están dispuestos ahora, cuando oigan el son de la trompeta y demás instrumentos musicales, a postrarse y adorar la estatua que he fabricado? Si no, serán inmediatamente arrojados al horno ardiente. Y entonces, ¿qué Dios los podrá librar de mis manos?"

16 Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey. Le dijeron: "No necesitamos contestar sobre esto.

17 Si nuestro Dios, a quien servimos, quiere librarnos, nos librará del horno y de tus manos.

18 Si no lo hace, tienes que saber que de todas maneras no serviremos a tus dioses ni adoraremos tu estatua."

19 Entonces el rey cambió de actitud con respecto a ellos y se enfureció. Ordenó que se calentara el horno siete veces más de lo corriente.

20 Mandó hombres fuertes de su ejército a que los ataran y arrojaran al horno ardiente.

21 Y así fueron arrojados con sus ropas, mantos, pantalones y sombreros.

22 Como la orden del rey era terminante y el horno estaba excesivamente encendido, la llamarada mató a los hombres que habían llevado a Sidrac, Misac y Abdénago,

23 y los tres cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente.

24 Sin embargo, iban por entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor.

25 Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así:

26 Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, que tu Nombre sea alabado y glorificado eternamente.

27 Porque eres justo en todo lo que has hecho, todas tus obras son verdaderas, rectos todos tus caminos, y verdaderos todos tus juicios.

28 Has llevado a efecto una sentencia justa al traer el mal sobre nosotros y sobre Jerusalén, la Ciudad Santa de nuestros padres. Has obrado conforme a la verdad y la justicia, para castigo de nuestros pecados.

29 Porque hemos pecado y obrado perversamente alejándonos de ti. Pecamos mucho en todo y no dimos oído a tus mandamientos.

30 No los observamos y no cumplimos lo que nos mandabas para nuestro bien.

31 Todos los males que has traído sobre nosotros, todo lo que nos has hecho, lo has hecho conforme a tu justa sentencia.

32 Nos entregaste en manos de nuestros enemigos, gente sin ley, pésimos impíos, en manos de un rey injusto, el más perverso de toda la tierra.

33 Y hoy no podemos abrir la boca, la vergüenza y la humillación han alcanzado a los que te sirven y te adoran.

34 No nos abandones para siempre, por amor de tu Nombre no rechaces tu alianza.

35 No nos retires tu misericordia, por Abraham, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Israel, tu santo,

36 a quienes tú prometiste multiplicar su raza como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar.

37 Porque, Señor, hemos pasado a ser la nación más pequeña de toda la tierra y somos humillados a causa de nuestros pecados.

38 En esta hora ya no tenemos rey, ni profeta, ni jefe; no podemos ofrecerte víctimas, sacrificios, ofrendas ni incienso. No tenemos un lugar en que presentarte las primicias de nuestras cosechas y así conseguir tu favor.

39 Pero, a lo menos, que al presentarnos con alma contrita y espíritu humillado te seamos agradables, más que cuando íbamos con carneros y becerros consumidos por el fuego y con miles de gordos corderos.

40 Que hoy este sacrificio nuestro nos consiga tu favor, pues sabemos que los que confían en ti jamás serán defraudados.

41 Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes en la humillación,

42 sino trátanos de acuerdo a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia.

43 Líbranos de acuerdo a tus maravillas, y da, Señor, gloria a tu Nombre.

44 Queden confundidos los que maltratan a tus siervos, sean cubiertos de vergüenza, privados de todo su poder;

45 aplasta tú su fuerza, y sepan que tú eres el único Dios y Señor, glorioso por toda la tierra.

46 Los siervos del rey, que los habían arrojado al horno, no cesaban de atizar el fuego con petróleo, alquitrán, estopa y sarmientos,

47 tanto que las llamas se elevaban por encima del horno unos veinticinco metros,

48 y al extenderse abrasó a los caldeos que se encontraban alrededor del horno.

49 Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros; empujó fuera del horno la llama de fuego,

50 y les sopló, en medio del horno, como una frescura de brisa y de rocío, de modo que el fuego no los tocó ni les causó dolor ni molestia.

51 Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo:

52 Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente. Bendito sea tu santo y glorioso Nombre, cantado y exaltado eternamente.

53 Bendito seas en el templo de tu santa gloria, cantado y alabado eternamente.

54 Bendito seas en el trono de tu reino, cantado y glorificado eternamente.

55 Bendito seas tú, que sondeas los abismos, que te sientas sobre querubines, alabado y ensalzado eternamente.

56 Bendito seas en el firmamento del cielo, alabado y glorificado eternamente.

57 Obras todas del Señor, bendíganlo, alábenlo, ensálcenlo eternamente.

58 Ángeles del Señor, bendíganlo, alábenlo y glorifíquenlo eternamente.

59 Cielos, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

60 Aguas todas del cielo, bendigan al Señor, alábenlo y exáltenlo eternamente.

61 Potencias todas del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

62 Sol y luna, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

63 Astros del cielo, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

64 Lluvia y rocío, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

65 Vientos todos, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

66 Fuego y calor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

67 Frío y ardor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

68 Rocíos y escarchas, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

69 Hielos y frío, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

70 Heladas y nieves, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

71 Noches y días, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

72 Luz y tinieblas, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

73 Rayos y nubes, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

74 Tierra, alábalo y ensálzalo eternamente.

75 Montes y cerros, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

76 Todo lo que brota en la tierra, alábelo y ensálcelo eternamente.

77 Vertientes, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

78 Mares y ríos, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

79 Ballenas y peces, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

80 Aves todas del cielo, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

81 Fieras y animales, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

82 Hijos de los hombres, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

83 Israel, alábalo y ensálzalo eternamente.

84 Sacerdotes del Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

85 Servidores del Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

86 Espíritus y almas de los justos, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

87 Santos y humildes de corazón, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

88 Ananías, Azarías, Misael, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.

89 Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de manos de la muerte, nos ha librado del horno de ardientes llamas y nos ha sacado de en medio de ellas.

90 Den gracias al Señor, porque es bueno, porque su misericordia es eterna. Todos los que adoran al Señor, bendigan al Dios de los dioses, alábenlo y reconózcanlo porque su misericordia es eterna.

91 Entonces el rey Nabucodonosor, muy asombrado, se levantó de repente y preguntó a sus consejeros: "¿No echamos al fuego a estos tres hombres atados?" Ellos respondieron: "Indudablemente."

92 Dijo el rey: "Pero yo estoy viendo a cuatro hombres que se pasean libremente en medio del fuego, sin sufrir ningún daño, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses."

93 Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno ardiente y dijo: "Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salgan y vengan acá." Entonces ellos salieron de en medio del fuego.

94 Funcionarios, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se acercaron para verlos: el fuego no había tenido ningún poder sobre su cuerpo, sus cabellos no estaban chamuscados, sus pantalones no habían sufrido ningún daño y ni siquiera tenían olor a humo.

95 Nabucodonosor exclamó: "Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago que envió a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y entregaron su cuerpo al fuego antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios.

96 Yo ordeno, pues: De toda raza, nación y lenguaje, todo aquel que hable de forma irreverente del Dios de Sidrac, Misac y Abdégano será cortado en pedazos y su casa será destruida porque no hay otro dios que pueda salvar de este modo."

97 Y el rey hizo progresar a Sidrac, Misac y Abdénago en la provincia de Babilonia.

98 Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, a todas las naciones y a todos los hombres de la tierra, sea cual fuere su idioma: Paz.

99 Me ha parecido bien darles a conocer las señales y milagros que ha hecho en mí el Dios Altísimo.

100 ¡Qué grandes son sus prodigios, qué poderosos sus milagros! Su reino es un reino eterno, su imperio abarca a todas las generaciones.