< Anterior |
Siguiente > |
1 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.
2 Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.
3 Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.
4 Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras.
5 Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel.
6 No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran.
7 Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón.
8 He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes.
9 Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.
10 Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos.
11 Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar.
12 Y me levantó el Espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar.
13 Oí también el sonido de las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el sonido de las ruedas delante de ellos, y sonido de gran estruendo.
14 Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí.
15 Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos.
16 Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
17 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.
18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
19 Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.
20 Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano.
21 Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.
22 Vino allí la mano de Jehová sobre mí, y me dijo: Levántate, y sal al campo, y allí hablaré contigo.
23 Y me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.
24 Entonces entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: Entra, y enciérrate dentro de tu casa.
25 Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos.
26 Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde.
27 Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son.
1 Me dijo: "Hijo de hombre, come lo que te presento, cómelo y luego anda a hablarle a la casa de Israel."
2 Abrí la boca para que me hiciera comer ese rollo,
3 y me dijo: "Hijo de hombre, come ahora y llena tu estómago con este rollo que te doy". Lo comí pues, y en mi boca era dulce como la miel.
4 Me dijo: "Hijo de hombre, anda a la casa de Israel y diles mis palabras.
5 No te envío a un pueblo extranjero cuya lengua te sería difícil, sino a la casa de Israel.
6 Si te enviara donde muchedumbres extranjeras, cuyo hablar es oscuro y cuya lengua es difícil, la cual no comprenderías, podrían tal vez escucharte.
7 Pero la casa de Israel no querrá escucharte, porque no quiere escucharme; todos tienen la cabeza dura y el corazón obstinado.
8 Por eso he vuelto tu cara tan dura como la de ellos, y tu frente tan dura como la de ellos.
9 Haré de tu frente un diamante, más duro que la roca; no les temerás, no tendrás miedo de ellos, porque son sólo una raza de rebeldes".
10 Me dijo: "Hijo de hombre, recibe en tu corazón, escucha con tus oídos todas las palabras que te voy a decir;
11 luego anda, vuélvete donde los desterrados, donde la gente de tu pueblo. Les hablarás y les dirás: ¡Así habla Yavé...! te escuchen o no".
12 Entonces el espíritu me levantó mientras oía detrás de mí una formidable aclamación: "¡Bendita sea la Gloria de Yavé en todo lugar!"
13 Oí el batir de las alas de los seres unas contra otras, oí también el ruido de las ruedas: todo era un enorme estruendo.
14 El espíritu me había levantado, me había arrebatado. Quedé lleno de amargura, con el espíritu afiebrado, porque la mano de Yavé pesaba fuertemente sobre mí.
15 Cuando llegué a Tel Aviv, donde estaban los desterrados a orillas del río Quebar, permanecí siete días como atontado en medio de ellos.
16 Al cabo de esos siete días se me dirigió la palabra de Yavé:
17 "Hijo de hombre, te he puesto como un vigía para la casa de Israel: si oyes una palabra que salga de mi boca, inmediatamente se lo advertirás de mi parte.
18 Si le digo al malvado: ¡Vas a morir! y si tú no se lo adviertes, si no hablas de tal manera que ese malvado deje su mala conducta y así salve su vida, ese malvado morirá debido a su falta, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
19 En cambio, si se lo adviertes al malvado y él no quiera renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida.
20 Si el justo deja de hacer el bien y comete la injusticia, pondré una piedra delante de él para que se caiga y morirá. Si tú no se lo has advertido, morirá a causa de su pecado, se olvidarán de las buenas acciones que haya hecho, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
21 Pero, si tu adviertes al justo para que no peque y siga sin pecar, vivirá gracias a tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida.
22 La mano de Yavé se puso sobre mí y me dijo: "Levántate, dirígete al valle, allí te hablaré".
23 Me levanto entonces y me dirijo al valle. Veo allí la Gloria de Yavé: estaba allí tal como había visto la Gloria a orillas del río Quebar. Inmediatamente me echo de bruces al suelo.
24 El espíritu entra en mí y me hace ponerme de pie sobre mis piernas; y me habla y me dice: "Anda, enciérrate en tu casa.
25 Mira, hijo de hombre, como te ponen cuerdas y te atan; ya no podrás salir para conversar con ellos:
26 Hago que tu lengua se pegue a tu paladar: estás mudo y dejas de reprocharlos porque son una raza de rebeldes.
27 Pero más tarde te hablaré, te abriré la boca y les dirás: ¡Esto dice Yavé! que escuche el que quiere escuchar, y el que no quiere, que no escuche, puesto que es una raza de rebeldes.