< Anterior |
Siguiente > |
1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.
15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
22 El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;
25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.
51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
1 El Consejo en pleno se levantó y llevaron a Jesús ante Pilato.
2 Allí empezaron con sus acusaciones: "Hemos comprobado que este hombre es un agitador. Se opone a que se paguen los impuestos al César y pretende ser el rey enviado por Dios."
3 Entonces Pilato lo interrogó en estos términos: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "Tú eres el que lo dice."
4 Pilato se dirigió a los jefes de los sacerdotes y a la multitud. Les dijo: "Yo no encuentro delito alguno en este hombre."
5 Pero ellos insistieron: "Está enseñando por todo el país de los judíos y sublevando al pueblo. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí."
6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.
7 Cuando supo que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues Herodes se hallaba también en Jerusalén por aquellos días.
8 Al ver a Jesús, Herodes se alegró mucho. Hacía tiempo que deseaba verlo por las cosas que oía de él, y esperaba que Jesús hiciera algún milagro en su presencia.
9 Le hizo, pues, un montón de preguntas. Pero Jesús no contestó nada,
10 mientras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley permanecían frente a él y reiteraban sus acusaciones.
11 Herodes con su guardia lo trató con desprecio; para burlarse de él lo cubrió con un manto espléndido y lo devolvió a Pilato.
12 Y ese mismo día Herodes y Pilato, que eran enemigos, se hicieron amigos.
13 Pilato convocó a los jefes de los sacerdotes, a los jefes de los judíos y al pueblo
14 y les dijo: "Ustedes han traído ante mí a este hombre acusándolo de sublevar al pueblo. Pero después de interrogarlo en presencia de ustedes, no he podido comprobar ninguno de los cargos que le hacen.
15 Y tampoco Herodes, pues me lo devolvió. Es evidente que este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
16 Así que después de castigarlo lo dejaré en libertad."
17 {En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso. Cfr. Mt 27,15
18 Pero todos ellos se pusieron a gritar: "¡Elimina a éste y devuélvenos a Barrabás!
19 Este Barrabás había sido encarcelado por algunos disturbios y un asesinato en la ciudad.
20 Pilato, que quería librar a Jesús, les dirigió de nuevo la palabra,
21 pero seguían gritando: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
22 Por tercera vez les dijo: "Pero, ¿qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado nada que merezca la muerte; por eso, después de azotarlo, lo dejaré en libertad."
23 Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y el griterío iba en aumento.
24 Entonces Pilato pronunció la sentencia que ellos reclamaban.
25 Soltó al que estaba preso por agitador y asesino, pues a éste lo querían, y entregó a Jesús como ellos pedían.
26 Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
27 Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
28 Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos.
29 Porque llegarán días en que se dirá: "Felices las mujeres que no tienen hijos. Felices las que no dieron a luz ni amamantaron."
30 Entonces dirán: "¡Que caigan sobre nosotros los montes, y nos sepulten los cerros!"
31 Porque si así tratan al árbol verde, qué harán con el seco?"
32 Junto con Jesús llevaban también a dos malhechores para ejecutarlos.
33 Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
34 (Mientras tanto Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.") Después los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suerte.
35 La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: "Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Mesías de Dios, el Elegido."
36 También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce
37 diciendo: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo."
38 Porque había sobre la cruz un letrero que decía: "Este es el rey de los judíos."
39 Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: "¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros."
40 Pero el otro lo reprendió diciendo: "¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?
41 Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho,
42 pero éste no ha hecho nada malo." Y añadió: "Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino."
43 Jesús le respondió: "En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso."
44 Hacia el mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde.
45 En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad,
46 y Jesús gritó muy fuerte: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y dichas estas palabras, expiró.
47 El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: "Realmente este hombre era un justo."
48 Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho.
49 Estaban a distancia los conocidos de Jesús, especialmente las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, y todo esto lo presenciaron ellas.
50 Intervino entonces un hombre bueno y justo llamado José, que era miembro del Consejo Supremo,
51 pero que no había estado de acuerdo con los planes ni actos de los otros. Era de Arimatea, una ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
52 Se presentó, pues, ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro nuevo cavado en la roca, donde nadie había sido enterrado aún.
54 Era el día de la Preparación de la Pascua y ya estaba para comenzar el día sábado.
55 Las mujeres que habían venido desde Galilea con Jesús no se habían alejado; vieron de cerca el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo.
56 Después que volvieron a sus casas, prepararon perfumes y mirra, y el sábado descansaron, según manda la Ley.