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La Palabra de Dios preservada y viva

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LUCAS 8 Paralela rv60
y bla95

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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,

2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.

4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:

5 El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.

6 Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.

7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.

8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.

9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?

10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.

12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.

13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.

14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.

15 Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.

16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.

17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.

18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.

19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.

20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.

21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: al otro lado del lago. Y partieron.

23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.

24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.

25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.

27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.

28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.

29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)

30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.

31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.

32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.

33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.

35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.

36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.

38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:

39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.

41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;

42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.

43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,

44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?

46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.

50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.

51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.

52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.

53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.

54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.

56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

  X


1 Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce

2 y también algunas mujeres, a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios;

3 Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos.

4 Un día se congregó un gran número de personas, pues la gente venía a verlo de todas las ciudades, y Jesús se puso a hablarles por medio de comparaciones o parábolas:

5 "El sembrador salió a sembrar. Al ir sembrando, una parte del grano cayó a lo largo del camino, lo pisotearon, y las aves del cielo lo comieron.

6 Otra parte cayó sobre rocas; brotó, pero luego se secó por falta de humedad.

7 Otra cayó entre espinos, y los espinos crecieron con la semilla y la ahogaron.

8 Y otra cayó en tierra buena, creció y produjo el ciento por uno." Al terminar, Jesús exclamó: "Escuchen, pues, si ustedes tienen oídos para oír."

9 Sus discípulos le preguntaron qué quería decir aquella comparación.

10 Jesús les contestó: "A ustedes se les concede conocer los misterios del Reino de Dios, mientras que a los demás les llega en parábolas. Así, pues, mirando no ven y oyendo no comprenden.

11 Aprendan lo que significa esta comparación: La semilla es la palabra de Dios.

12 Los que están a lo largo del camino son los que han escuchado la palabra, pero después viene el diablo y la arranca de su corazón, pues no quiere que crean y se salven.

13 Lo que cayó sobre la roca son los que, al escuchar la palabra, la acogen con alegría, pero no tienen raíz; no creen más que por un tiempo y fallan en la hora de la prueba.

14 Lo que cayó entre espinos son los que han escuchado la palabra, pero las preocupaciones, la riquezas y los placeres de la vida los ahogan con el paso del tiempo y no llegan a madurar.

15 Y lo que cae en tierra buena son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y, perseverando, dan fruto.

16 Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija o para colocarla debajo de la cama. Por el contrario, la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz.

17 No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz.

18 Por tanto, fíjense bien en la manera como escuchan. Porque al que produce se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener."

19 Su madre y sus hermanos querían verlo, pero no podían llegar hasta él por el gentío que había.

20 Alguien dio a Jesús este recado: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte."

21 Jesús respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen."

22 Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: "Crucemos a la otra orilla del lago." Y remaron mar adentro.

23 Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua, a tal punto que peligraban.

24 Se acercaron a él y lo despertaron: "Maestro, Maestro, ¡estamos perdidos!" Jesús se levantó y amenazó al viento y a las olas encrespadas; se tranquilizaron y todo quedó en calma.

25 Después les dijo: "¿Dónde está su fe?" Los discípulos se habían asustado, pero ahora estaban fuera de sí y se decían el uno al otro: "¿Quién es éste? Manda a los vientos y a las olas, y le obedecen."

26 Llegaron a la tierra de los gerasenos, que se halla al otro lado del lago, frente a Galilea.

27 Acababa Jesús de desembarcar, cuando vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba poseído por demonios. Desde hacía mucho tiempo no se vestía ni vivía en casa alguna, sino que habitaba en las tumbas.

28 Al ver a Jesús se puso a gritar y se echó a sus pies. Le decía a voces: "¿Qué quieres conmigo, Jesús, hijo del Dios Altísimo? Te lo ruego, no me atormentes."

29 Es que Jesús ordenaba al espíritu malo que saliera de aquel hombre. En muchas ocasiones el espíritu se había apoderado de él y lo había llevado al desierto. En esos momentos, por más que lo ataran con cadenas y grillos para someterlo, rompía las ataduras.

30 Jesús le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?" Y él contestó: "Multitud." Porque muchos demonios habían entrado en él;

31 y rogaban a Jesús que no les ordenara volver al abismo.

32 Había en ese lugar un gran número de cerdos comiendo en el cerro. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos, y él se lo permitió.

33 Salieron, pues, del hombre para entrar en los cerdos, y toda la piara se precipitó de lo alto del acantilado, ahogándose en el lago.

34 Al ver los cuidadores lo que había ocurrido, huyeron y llevaron la noticia a la ciudad y a los campos.

35 La gente salió a ver qué había pasado y llegaron a donde estaba Jesús. Encontraron junto a él al hombre del que habían salido los demonios, sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron.

36 Entonces los que habían sido testigos les contaron cómo el endemoniado había sido salvado.

37 Un miedo muy fuerte se apoderó de ellos y todo el pueblo del territorio de los gerasenos pidió a Jesús que se alejara. Cuando Jesús subió a la barca para volver,

38 el hombre del que habían salido los demonios le rogaba que lo admitiera en su compañía. Pero Jesús lo despidió diciéndole:

39 "Vuélvete a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti." El hombre se fue y publicó en la ciudad entera todo lo que Jesús había hecho por él.

40 Ya había gente para recibir a Jesús a su regreso, pues todos estaban esperándolo.

41 En esto se presentó un hombre, llamado Jairo, que era dirigente de la sinagoga. Cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que fuera a su casa,

42 porque su hija única, de unos doce años, se estaba muriendo. Y Jesús se dirigió a la casa de Jairo, rodeado de un gentío que casi lo sofocaba.

43 Entonces una mujer, que padecía hemorragias desde hacía doce años y a la que nadie había podido curar,

44 se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Al instante se le detuvo el derrame.

45 Jesús preguntó: "¿Quién me ha tocado?" Como todos decían: "Yo, no", Pedro le replicó: "Maestro, es toda esta multitud que te rodea y te oprime."

46 Pero Jesús le dijo: "Alguien me ha tocado, pues he sentido que una fuerza ha salido de mí."

47 La mujer, al verse descubierta, se presentó temblando y se echó a los pies de Jesús. Después contó delante de todos por qué lo había tocado y cómo había quedado instantáneamente sana.

48 Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz."

49 Estaba aún Jesús hablando, cuando alguien vino a decir al dirigente de la sinagoga: "Tu hija ha muerto; no tienes por qué molestar más al Maestro."

50 Jesús lo oyó y dijo al dirigente: "No temas: basta que creas, y tu hija se salvará."

51 Al llegar a la casa, no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan y Santiago, y al padre y la madre de la niña.

52 Los demás se lamentaban y lloraban en voz alta, pero Jesús les dijo: "No lloren; la niña no está muerta, sino dormida."

53 Pero la gente se burlaba de él, pues sabían que estaba muerta.

54 Jesús la tomó de la mano y le dijo: "Niña, levántate."

55 Le volvió su espíritu; al instante se levantó y Jesús insistió en que le dieran de comer.

56 Sus padres estaban fuera de sí y Jesús les ordenó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.