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ROMANOS 7 Paralela rv60
y bla95

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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?

2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.

3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.

4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.

5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.

6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.

8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.

9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.

10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;

11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.

12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.

13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.

14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.

15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.

16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.

17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.

18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?

25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

  X


1 Les hablaré, hermanos, como a gente instruida en la Ley. Ustedes saben que la Ley tiene autoridad sobre las personas solamente mientras viven.

2 La mujer casada, por ejemplo, está ligada por ley a su marido mientras éste vive. En cuanto muere el marido, ya no tiene obligaciones hacia él.

3 Mientras éste vivía, cometía un adulterio entregándose a otro; pero muerto el esposo, queda libre de sus deberes, y si se entrega a otro hombre, no será un adulterio.

4 Lo mismo pasa con ustedes, hermanos, pues han muerto a la Ley en la persona de Cristo, y han pasado a pertenecer a otro, al que resucitó de entre los muertos, a fin de que diéramos fruto para Dios.

5 Cuando no éramos más que "carne", la Ley estimulaba las pasiones propias del pecado, que actuaban en nuestro cuerpo produciendo frutos de muerte.

6 Pero ahora hemos muerto a lo que nos tenía aprisionados, y la Ley ya no vale para nosotros. Ya no estamos sirviendo a una ley escrita, cosa propia del pasado, sino al Espíritu: esto es lo nuevo.

7 ¿Qué significa esto? ¿Que la Ley es pecado? De ninguna manera. Pero yo no habría conocido el pecado si no fuera por la Ley. Yo no tendría conciencia de lo que es codiciar si la Ley no me hubiera dicho: "No codiciarás".

8 El pecado encontró ahí su oportunidad y se aprovechó del precepto para despertar en mí toda suerte de codicias, mientras que sin ley, el pecado es cosa muerta.

9 Hubo un tiempo en que no había Ley, y yo vivía. Pero llegó el precepto, dio vida al pecado,

10 y yo morí. Así, pues, el precepto que había sido dado para la vida me trajo la muerte.

11 El pecado se aprovechó del precepto y me engañó, para que después el precepto me causara la muerte.

12 Pero la Ley es santa, y también es santo, justo y bueno el precepto.

13 ¿Será posible que algo bueno produzca en mí la muerte? En absoluto. Esto viene del pecado, y se ve mejor lo que es el pecado cuando se vale de algo bueno para producir en mí la muerte. Gracias al precepto, el pecado deja ver toda la maldad que lleva en sí.

14 Sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy hombre de carne y vendido al pecado.

15 No entiendo mis propios actos: no hago lo que quiero y hago las cosas que detesto.

16 Ahora bien, si hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena.

17 No soy yo quien obra el mal, sino el pecado que habita en mí. Bien sé que el bien no habita en mí, quiero decir, en mi carne.

18 Puedo querer hacer el bien, pero hacerlo, no.

19 De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.

20 Por lo tanto, si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en mí.

21 Ahí me encuentro con una ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta.

22 En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios,

23 pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, o de esta muerte?

25 ¡Gracias sean dadas a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En resumen: por mi conciencia me someto a la Ley de Dios, mientras que por la carne sirvo a la ley del pecado.