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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.

2 Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.

3 Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, Porque te complaciste en ellos.

4 Tú, oh Dios, eres mi rey; Manda salvación a Jacob.

5 Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos; En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.

6 Porque no confiaré en mi arco, Ni mi espada me salvará;

7 Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, Y has avergonzado a los que nos aborrecían.

8 En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah

9 Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales con nuestros ejércitos.

10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo, Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.

11 Nos entregas como ovejas al matadero, Y nos has esparcido entre las naciones.

12 Has vendido a tu pueblo de balde; No exigiste ningún precio.

13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos, Por escarnio y por burla de los que nos rodean.

14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones; Todos al vernos menean la cabeza.

15 Cada día mi vergüenza está delante de mí, Y la confusión de mi rostro me cubre,

16 Por la voz del que me vitupera y deshonra, Por razón del enemigo y del vengativo.

17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti, Y no hemos faltado a tu pacto.

18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón, Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,

19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales, Y nos cubrieses con sombra de muerte.

20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, O alzado nuestras manos a dios ajeno,

21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón.

22 Pero por causa de ti nos matan cada día; Somos contados como ovejas para el matadero.

23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre.

24 ¿Por qué escondes tu rostro, Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?

25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo, Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.

26 Levántate para ayudarnos, Y redímenos por causa de tu misericordia.



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