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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 En el año que murió el rey Uzías, yo, sin embargo, conseguí ver a Jehová, sentado en un trono excelso y elevado, y sus faldas llenaban el templo.

2 Había serafines de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos se cubría el rostro, y con dos se cubría los pies, y con dos volaba de acá para allá.

3 Y este clamó a aquel y dijo: “Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos. La plenitud de toda la tierra es su gloria”.

4 Y los quicios de los umbrales empezaron a retemblar a la voz del que clamó, y la casa misma gradualmente se llenó de humo.

5 Y procedí a decir: “¡Ay de mí! ¡Pues puedo darme como reducido a silencio, porque hombre inmundo de labios soy, y en medio de un pueblo inmundo de labios moro; pues mis ojos han visto al mismo Rey, Jehová de los ejércitos!”.

6 Ante eso, uno de los serafines voló a donde mí, y en su mano había una brasa relumbrante que él había tomado con tenazas del altar.

7 Y él procedió a tocarme la boca y a decir: “¡Mira! Esto ha tocado tus labios, y tu error se ha ido y tu pecado mismo queda expiado”.

8 Y empecé a oír la voz de Jehová que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”. Y yo procedí a decir: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”.

9 Y él pasó a decir: “Ve, y tienes que decir a este pueblo: ‘Oigan vez tras vez, pero no entiendan; y vean vez tras vez, pero no consigan conocimiento’.

10 Haz el corazón de este pueblo indispuesto a recibir, y haz sus mismísimos oídos indispuestos a responder, y pégales los mismísimos ojos, para que no vean con los ojos y no oigan con los oídos, y para que su propio corazón no entienda, y para que realmente no se vuelvan y consigan curación para sí”.

11 Ante esto, dije: “¿Hasta cuándo, oh Jehová?”. Entonces él dijo: “Hasta que las ciudades realmente caigan estrepitosamente en ruinas, para estar sin habitante, y las casas estén sin hombre terrestre, y el suelo mismo sea arruinado hasta ser una desolación;

12 y Jehová realmente aleje a los hombres terrestres, y la condición desértica de veras llegue a ser muy extensa en medio de la tierra.

13 Y todavía habrá en ella un décimo, y de nuevo tiene que llegar a ser algo para quemazón, como un árbol grande y como un árbol macizo en los cuales, cuando hay tala [de ellos], hay tocón; una descendencia santa será el tocón de él”.



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