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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Eliseo contestó: "Escuchen esta palabra de Yavé: Mañana a esta hora, en la entrada de Samaria, la medida de flor de harina se comprará por una moneda de plata, y la doble medida de cebada por una moneda de plata también."

2 El escudero sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios: "Aunque Yavé abriera las ventanas del cielo para que llueva trigo, ¿podría ocurrir tal cosa?" Eliseo contestó: "Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás."

3 Cuatro hombres se hallaban en la entrada de la ciudad, al otro lado del muro. Eran leprosos. Ese día se dijeron: "¿Vamos a quedar aquí hasta morir?

4 Si decidimos entrar en la ciudad, allí nos moriremos de hambre; y si nos quedamos aquí, moriremos igual. Así que vamos a pasarnos al campamento de los arameos. Si nos dejan vivir, viviremos. Y si nos matan, moriremos."

5 Se levantaron al anochecer para ir al campamento, pero cuando lo alcanzaron no encontraron allí a nadie.

6 Miren lo que el Señor había hecho: los arameos habían oído ruido de carros y caballos como de un gran ejército. Y habían pensado: "El rey de Israel ha mandado dinero a los reyes de los heteos y de los musritas para que vengan a atacarnos."

7 Se habían retirado, pues, al anochecer, para salvarse, abandonando sus tiendas de campaña, caballos y burros, dejando el campamento tal como estaba.

8 Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y entraron en una tienda de campaña. Comieron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y ropa que fueron a esconder en el suelo. Volvieron a otra tienda de donde sacaron lo que hallaron y lo escondieron de la misma manera.

9 Pero pensaron: "No está bien lo que hacemos, hoy es un día de buenas noticias, y si nosotros callamos hasta mañana, tendremos culpa, así que vayamos a anunciarlo a la gente del rey."

10 Al llegar llamaron a los guardias de la ciudad, diciéndoles: "Hemos ido al campamento y no hay nadie, ninguna huella de hombre, sólo los caballos y burros atados y las tiendas sin tocar."

11 Los guardias gritaron y se supo en la casa del rey.

12 El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales: "Los arameos saben que estamos hambrientos. Han salido del campamento y se han escondido en el campo, esperando que salgamos de la ciudad para tomarnos vivos y, después, entrar aquí."

13 Uno de los oficiales contestó: "Tomemos cinco de los caballos que nos quedan; de todas maneras están destinados a perecer de hambre como toda la población de esta ciudad. Enviémoslos y así veremos."

14 Tomaron dos carros con sus caballos y los envió el rey a seguir a los arameos.

15 Llegaron hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de vestidos y objetos abandonados los arameos en su huida. Los mensajeros volvieron y se lo dijeron al rey.

16 Entonces salió el pueblo y saquearon el campamento de los arameos. La medida de harina se vendió en una moneda de plata, y la doble medida de cebada también se vendió por una moneda, como lo había dicho Eliseo.

17 El rey había mandado a su escudero que vigilara la entrada de la ciudad, pero fue pisoteado ahí mismo por la muchedumbre, y murió, según lo había dicho Eliseo cuando el rey bajó a verlo.

18 Pues cuando éste había dicho al rey: "Mañana, a estas horas, a la entrada de Samaria, dos medidas de cebada se venderán por un siclo, por un siclo también una medida de flor de harina",

19 el escudero había declarado al hombre de Dios: "Aunque Yavé abriera las ventanas del cielo para que llueva trigo, no podrá ocurrir lo que tú dices." Eliseo le había dicho: "Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás."

20 Así sucedió. El pueblo lo atropelló y pisoteó en la puerta, y allí murió.



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