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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Si estás a la mesa con un noble, mira bien lo que hay ante ti.

2 ¡No seas goloso, te pondrás el cuchillo a la garganta!

3 No te abalances sobre sus buenos platos: son alimentos engañosos.

4 No te canses persiguiendo la riqueza, déjate de pensar en ella;

5 apenas se la ve ya desapareció. Se pone alas e igual que un águila se pierde entre las nubes.

6 No comas el pan de un hombre interesado, no codicies sus manjares delicados,

7 porque toda su actitud es calculada: "¡Come y bebe!" te dice, pero su corazón no está contigo.

8 Tendrás que vomitar el bocado que hayas comido, y habrás perdido tus buenas palabras.

9 No aconsejes a un tonto, despreciará aun tus palabras más sensatas.

10 No cambies un límite antiguo, no te apoderes del campo de los huérfanos.

11 Tienen a un poderoso defensor, Yavé mismo, quien asumirá su causa en contra tuya.

12 Pon todo tu celo en instruirte, abre tus oídos a las palabras sabias.

13 No vaciles en corregir a un niño: el haberlo azotado no lo hará morir.

14 Debes corregirlo: así lo salvarás de la morada de los muertos.

15 Hijo mío, si llegas a ser un sabio, seré el primero en alegrarme;

16 estaré feliz cuando tú estés en la verdad.

17 No envidies a los pecadores sino que sigue siempre en el temor de Yavé,

18 si lo conservas, verás sus resultados, y tu esperanza no será fallida.

19 Hijo mío, oye y hazte sabio, anda por el camino recto.

20 No te juntes con bebedores de vino y con los que se hartan de carne;

21 porque el borracho y el glotón se empobrecen, y el holgazán irá vestido de harapos.

22 Escucha a tu padre que te dio la vida; no desprecies a tu madre cuando sea viejita.

23 Compra la verdad, no la revendas; adquiere la sabiduría, la instrucción y la inteligencia.

24 El padre del justo tendrá de qué alegrarse; la que dio a luz a un sabio, éste será su felicidad.

25 ¡Que se regocijen pues tu padre y tu madre, que estalle la alegría de la que te dio a luz!

26 Atiéndeme, hijo mío, no pierdas de vista el camino que te indico;

27 Has de saber que la prostituta es una fosa profunda, la mujer adúltera es un pozo estrecho.

28 Está al acecho como un bandido; ¡cuántos hombres han traicionado por culpa de ella!

29 ¿De quién son los "ayes"? ¿De quién son los lamentos? ¿De quiénes las peleas y las quejas? ¿De quiénes los golpes sin motivos y los ojos que ven doble?

30 De los que se dedican a tomar y amontonar botellas y alcohol.

31 No te dejes fascinar por el vino: ¡qué rojo más hermoso, transparente en la copa, y cómo baja!

32 Acabará mordiéndote como una serpiente, te picará como una víbora.

33 Ya no sabrás lo que ves y te pondrás a decir estupideces.

34 Serás como un hombre en alta mar, agarrado al mástil del navío:

35 "¡Me golpearon... pero no me dolió! ¡Me pegaron... pero no sentí!

36 ¿Voy a despertarme? ¡Quiero pedir más!"



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