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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Hijo mío, si has servido de aval a un compañero, si te has comprometido con un desconocido,

2 estás amarrado por tus propias palabras, eres prisionero de tus compromisos.

3 Pues bien, haz esto, hijo mío: ¡libérate lo más pronto! ¿no ves que estás a merced de otro? ¡Anda a verlo, ponte de rodillas, suplícale!

4 ¡No concedas sueño a tus ojos ni descanso a tus párpados;

5 tienes que librarte, como el ciervo de la trampa, como el pájaro de la red!

6 Flojo, anda a ver a la hormiga, mira como se mueve y se hace sabia.

7 En su casa no hay jefe, ni supervisor, ni mayordomo;

8 pero junta en verano provisiones, amontona su alimento en tiempo de cosecha.

9 ¿Flojo, hasta cuándo vas a seguir echado? ¿Cuándo vas a levantarte de tu cama?

10 Duermes un poco, después sueñas un momento, luego estiras los brazos cruzados...

11 y de pronto te sorprende la pobreza como un vagabundo, la miseria cae sobre ti como un ladrón.

12 El pillo, el marrullero, anda con risitas;

13 guiña un ojo, arrastra los pies, hace sonar los dedos.

14 Está siempre preparando alguna trampa, anda buscando peleas en todo momento.

15 Pero también, sin que lo advierta, caerá sobre él la desgracia, será derribado de un golpe y no se repondrá.

16 Hay seis cosas que detesta el Señor, y hasta siete que le causan horror:

17 la mirada despreciativa, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente,

18 el corazón que medita intenciones culpables, los pies que corren impacientes a hacer el mal,

19 el testigo falso que habla para mentir, y el hombre que provoca la discordia entre hermanos.

20 Hijo mío, observa los consejos de tu padre, no rechaces la enseñanza de tu madre.

21 Mantenlos bien amarrados en tu corazón, cuélgalos de tu cuello.

22 Ellos guiarán tus pasos; en tu sueño velarán por ti y te aconsejarán apenas despiertes.

23 El mandamiento es una lámpara, la Ley, una luz; las correcciones te enseñan el camino de la vida.

24 Te protegerán de la mala mujer, de las palabras zalameras de la mujer de otro.

25 No sueñes con su belleza, ni te dejes conquistar por sus miradas.

26 La prostituta no busca más que un trozo de pan, pero la mujer adúltera lo que quiere es una vida preciosa.

27 ¿Se pueden llevar brasas en los bolsillos sin que se queme la ropa?

28 ¿Se puede caminar por carbones encendidos sin que se quemen los pies?

29 Lo mismo pasa con el que va donde la mujer de su prójimo: el que la toca no quedará sin castigo.

30 No se condena al ladrón hambriento que roba para llenar su estómago.

31 Pero si es pillado, tendrá que pagar siete veces más: y en eso se le irá toda su casa.

32 ¡Cuánto más loco el que le levanta al prójimo su mujer! El que lo hace, se pierde a sí mismo.

33 Cosechará golpes y deshonra, dejará en ello su reputación.

34 Porque los celos pondrán furioso al marido; en la primera oportunidad se vengará sin compasión.

35 No aceptará excusa alguna, tus regalos no lo conmoverán.



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