1
2 Que mi alma alabe al Señor y proclame todas sus maravillas...
3 En ti me alegraré y me regocijaré, y cantaré a tu Nombre, oh Altísimo.
4 Porque mis enemigos retroceden, tropiezan y perecen ante ti.
5 Te has sentado en tu trono, cual juez justo y has reivindicado mi causa y mis derechos.
6 Has abatido a las naciones, has hecho perecer a los malvados y has borrado su nombre para siempre.
7 Los enemigos fueron aniquilados, arruinados sin remedio; sus ciudades fueron devastadas, perdido su recuerdo.
8 Pero el Señor reina para siempre y establece su trono para el juicio.
9 Gobernará la tierra con justicia y juzgará con rectitud a las naciones.
10 El Señor es un bastión para el oprimido, un refugio para los tiempos de angustia.
11 Que en ti confíen los que veneran tu nombre, porque no abandonas, Señor, a los que te buscan.
12 Canten al Señor, que mora en Sión, y publiquen entre los pueblos sus hazañas.
13 Pues pide cuentas por la sangre vertida, se acuerda de los oprimidos y no olvida su clamor.
14 Ten compasión de mí, Señor, mira cómo me afligen los que me odian. Sácame de las puertas de la muerte,
15 para que proclame tus maravillas, en las puertas de la hija de Sión, feliz y agradecido por tu salvación.
16 En la fosa que cavaron se han hundido los paganos y su pie quedó atrapado en la trampa que escondieron.
17 El Señor se ha manifestado, ha dictado su sentencia, y el pecador quedó atrapado en la obra de sus manos.
18 Que vuelvan al abismo los malvados, todos los paganos que olvidan al Señor.
19 Porque no será olvidado el pobre para siempre ni será en vano la esperanza del humilde.
20 ¡Levántate, Señor, que el hombre no triunfe, y sean en tu presencia juzgadas las naciones!
21 Infúndeles terror, oh Señor, que sepan los paganos que sólo son hombres.