“ Y [el rey] se puso a enviar de nuevo un tercer jefe de cincuenta y sus cincuenta. Pero el tercer jefe de cincuenta subió y llegó y se hincó de rodillas enfrente de Elías y empezó a suplicar favor de él y a hablarle: “Hombre del Dios [verdadero], por favor permite que mi alma y el alma de estos cincuenta siervos tuyos sea preciosa a tus ojos.
.”
Traducción del Nuevo Mundo 1987 (tnm)